...las cuatro faltas en las que puede incurrir el ministro de un príncipe virtuoso:
la petulancia, si interviene cuando nadie le ha pedido su opinión;
la cobardía, si no contradice a su dueño cuando éste obra mal;
la timidez, si no se atreve a expresar su juicio cuando se le solicita;
y, sobre todo, la imprudencia, si habla sin haber examinado antes el estado de ánimo del príncipe.
Antonio Gala. El manuscrito carmesí.
Hay que andarse con cien ojos. Parece que es más fácil equivocarse siendo ministro que príncipe, siguiendo con este ejemplo, por eso los ministros van cambiando y el príncipa permanece, ¿o van rotando porque ya han sido ministros suficiente tiempo como para tener la renta vitalicia?
A veces me dicen que soy mal pensado, y de esas veces, algunas aciertan.
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